70.311 edificaciones, de las cuales 20.510 viviendas se consideraron como habitables o seguras;
27.486 fueron consideradas recuperables y 22.315 catalogadas inseguras [1].
Tanto por el número de eventos como por el número de víctimas, son los países en vías de
desarrollo como el Ecuador los que se ven más gravemente afectados. Esto se debe a dos
factores fundamentales: 1) localización: esos países, en conjunto, abarcan una extensión mucho
mayor y, además, se encuentran en muchos casos en zonas de intensa actividad geodinámica; 2)
desarrollo económico, social, político y cultural: es frecuente que en estos países no existan, o
no se apliquen, normas o políticas de ordenación territorial que tengan en cuenta los riesgos
naturales; también suele ser limitado el grado de preparación de la población o la organización
de planes de prevención y corrección de riesgos [2].
La ubicación geográfica de Ecuador lo coloca dentro del denominado cinturón de fuego del
Océano Pacifico, mostrando la alta peligrosidad sísmica de esa zona del Pacífico, asociada a la
convergencia de placas Nazca y Sudamérica.
Safina [3] expresa que los códigos de diseño sísmico son básicamente estrategias para
reducir el nivel de riesgo de las edificaciones y otras instalaciones calificadas de importancia
vital para atender situaciones de emergencias debido a un evento sísmico.
Con la creación y aplicación de las normas y códigos existentes, se pretendía mitigar los
daños y preservar la vida ante un evento sísmico de gran magnitud. No obstante, la existencia de
estas normas no asegura su aplicación. La vulnerabilidad de las edificaciones y de la vida está
presente, en edificaciones construidas sin normas o sin control técnico por parte de autoridades
municipales o instituciones gremiales de la rama, lo cual quedó evidenciado el 16 A.
Dentro de las nuevas tendencias de la Ingeniería Sísmica, reconocen la necesidad de evaluar
la vulnerabilidad de los edificios en entornos urbanos, ya que los edificios ante la ocurrencia de
fuertes sismos son los responsables de evitar verdaderas catástrofes y que hasta la fecha
continúa dejando grandes pérdidas económicas y víctimas mortales [4].
La vulnerabilidad en las edificaciones fue expuesta el evento sísmico del 16 A, generando
grandes interrogantes en la población ante la gran destrucción y muerte de personas. Los
profesionales: ingenieros civiles, arquitectos, geólogos, geógrafos, entre otros, comenzaron a
analizar y a evaluar los factores que volvieron vulnerables a las edificaciones, de manera
especial en un punto central de la ciudad Portoviejo, denominado "zona cero” después del
sismo.
Dentro del análisis del colapso de las edificaciones durante el terremoto del año 2016 en la
ciudad de Portoviejo, Aguiar y Mieles [5] establecen que varias son las causas que llevaron al
desplome a estos edificios, entre las que se destacan: 1) la magnitud del sismo reflejada en los
espectros de respuesta, obtenidos en la ciudad de Portoviejo, que para el rango de periodos que
están alrededor de 0.5 segundos superó notablemente a los espectros que prescriben el Código
Ecuatoriano de la Construcción del 2000, y las Normas Ecuatorianas de la Construcción (NEC)
de 2011 y 2015; 2) construcción de nuevos pisos sobre los ya existentes sin reforzar las
estructuras; 3) estructuras bastante flexibles que tuvieron grandes desplazamientos 4) la
tipología estructural que obliga a que las construcciones tengan la planta baja con una altura de
5 m y mezzanines, y 5) amplificación de las ondas sísmicas por efecto de sitio.
Podemos resumir entonces las consecuencias del evento sísmico en tres grandes variables
que dieron como resultado la vulnerabilidad de las edificaciones en la zona cero de la ciudad de
Portoviejo: Magnitud y amplificación de las ondas sísmicas (Peligrosidad sísmica), procesos
constructivos erróneos, y conformación del suelo.
En cuanto a la peligrosidad sísmica, la NEC en su capítulo sobre Diseño Sísmico (NEC-SE-
DS - parte 1), define a la peligrosidad sísmica como, probabilidad de excedencia, dentro de un