Revista Ciencias Sociales y Económicas -UTEQ (2021)

ISSN 2588-0586 IMPRESO; ISSN 2588-0594 ELECTRÓNICO

Volumen 5, Número 2. Semestral (julio-diciembre)

Sujetos, procesos de investigación y malla curricular: breves apuntes en torno

a la sociología

*Carlos Posso Cevallos¹

**Yonaiker Navas-Montes²

¹Investigador Independiente, ²Universidad Estatal de Bolívar Campus Académico “Alpachaca”

Av. Ernesto Che Guevara s/n y Av. Gabriel Secaira, Guaranda, Ecuador *carlossposso@hotmail.com, **ynavas@ueb.edu.ec

Fecha de recepción:26/10/2021

Fecha de aceptación:30/11/2021

Publicado:31/12/2021

Resumen

En las Ciencias Sociales, la discusión respecto al modo y nivel bajo el cual el investigador incide y se ve incidido por los sujetos sociales, en el marco de un proceso de investigación profesional o académico, revela, al menos en los últimos 40 años, una serie de transiciones y reproblematizaciones, desde las cuales se interpela la idea de una relación aséptica y plenamente objetiva entre el “sujeto” cognoscente y su “objeto” de estudio. En tanto un debate de amplísima historia, no solo se ha interpelado esa lógica que, tomando un préstamo de las ciencias exactas, afirmaba la posibilidad de un proceso investigativo capaz de parcelar objetiva y quirúrgicamente la “realidad” a efectos analíticos; sino que, cada vez la discusión gravita, de modo puntual, sobre cómo opera, y bajo qué condiciones, la interacción entre los distintos sujetos involucrados en el proceso de construcción del conocimiento.

Palabras Clave: Sociología, investigación, currículo.

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Abstract

In the Social Sciences, the discussion regarding the mode and level under which the researcher influences and is affected by social subjects, within the framework of a professional or academic research process, reveals, at least in the last 40 years, a series of transitions and reproblematizations, from which the idea of an aseptic and fully objective relationship between the knowing "subject" and its "object" of study is challenged. As a long-standing debate, not only has that logic been challenged which, borrowing from the exact sciences, affirmed the possibility of an investigative process capable of objectively and surgically dividing up "reality" for analytical purposes; rather, each time the discussion gravitates, in a specific way, on how, and under what conditions, the interaction between the different subjects involved in the process of knowledge construction operates.

Keywords: Sociology, research, curriculum.

Introducción

No supone que exista en la academia y en las Ciencias Sociales, en general, un consenso sobre lo que es, una posición más o menos homogénea sobre los modos de implicación y de incidencia del investigador en la esfera social estudiada (y viceversa). De hecho, aún pervive o ha retornado bajo otras máscaras, y apalancándose en un empirismo sin consistencia, la idea de que el investigador actúa como un mero campo de resonancia (a modo de espejo) del “hecho social”, o, desde una desfiguración de las etnometodologías, reaparece la imagen del investigador que, fundido con el entorno y sujetos de estudio, actúa como su voz (uno más de ellos, o en última instancia, como su ventrílocuo).

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La supervivencia o recolocación de estos modos de entender el lugar y las condiciones desde donde se dinamiza el proceso investigativo y la construcción del pensamiento, ciertamente, no es excepcional o marginal, sino que aún guarda un cierto espacio en el terreno de las Ciencias Sociales (Moreno Pestaña, 2011). Sin embargo, es quizá, desde ciertas vertientes de filo posmoderno, donde con mayor fecundidad florece. Así, es bajo esas líneas, donde la figura del investigador parece difuminarse, desde el momento en que la posibilidad de aprehensión o de construcción de relatos interpretativos es zanjada por una lógica que pondera el relativismo y afirma, como condición de nuestras sociedades, la superposición de “verdades” parciales o momentáneas. En sí, es la posibilidad de aprehensión la que se presenta, en esa corriente, como una dinámica obsoleta.

O, por su parte, esta recolocación, decíamos, emerge desde un empirismo desfigurado e ingenuo, que reclama un tipo de observación donde el investigador, al final del día, termina fundiéndose en el mantra de los saberes e historias que intenta rastrear. En esta línea, parecería ser que la labor investigativa tomaría rigurosidad en tanto y en cuanto el investigador logre proyectar y escenificar, casi en estado puro, las micro dinámicas sociales.

La reinstalación de estas lógicas, como señala Moreno Pestaña (2011), en ciertas parcelas de las Ciencias Sociales, ha supuesto, desde otra orilla, ponderar la necesidad de radicalizar los formalismos matemáticos, o, bajo esa misma idea, apologizar la estadística como único camino para acercarnos a la construcción de un relato científico solvente. Empero, como se puede vislumbrar, los dos extremos o lados (que no son las caras de la misma moneda) suponen profundos desafíos y escollos a superar, no solo para el ejercicio de la investigación, sino, como revisaremos más adelante, para la propia conformación de las líneas de discusión e investigación en el terreno académico, y de las universidades, en particular.

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La investigación en sociología: de la agencia y la estructura

De la persistencia de estas formas de entender la relación conocimiento/sujeto, referida en la sección anterior, ya nos alertaba el propio Bourdieu (1968) en el texto, ya clásico, “El oficio del sociólogo”. Sin embargo, es justo decirlo, en las Ciencias Sociales y, particularmente, en el trabajo de la Sociología contemporánea, pese a estos reacomodos y a la emergencia de esas variantes posmodernas, se ha dinamizado, con fuerza, desde hace algunas décadas, un nutrido instrumental teórico y metodológico desde donde reflexionar y ejercitar la investigación sociológica. Instrumental que, precisamente, intenta sortear dichos entrampamientos y abona al potencial analítico de la Sociología contemporánea, en tanto ciencia.

Quizá uno de los entrampamientos más espinosos, en términos teóricos y metodológicos, que se le ha presentado a la Sociología en los últimos 40 años, remite a la relación de dos dimensiones: estructura/agencia. Y es que, el estudio y la problematización de la interrelación de estos dos ejes no solo tienen hondas repercusiones teóricas, sino que, además, conlleva profundas implicaciones para el modo como se piensa el rol y posición del investigador/sociólogo.

Anthony Giddens (1977), quien ha sido uno de los autores que con mayor rigurosidad ha discutido dicha interrelación, como señala Noguera (1999), ha planteado, en buena medida, que “investigar la estructuración de prácticas sociales es tratar de explicar cómo la estructura es constituida por una acción, y recíprocamente, cómo una acción es constituida estructuralmente”. Ahora, un desafío subsecuente, vinculado a tal afirmación, remite a los caminos y herramientas metodológicas necesarias para aprehender tal interrelación en el marco de investigaciones específicas.

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Y sobre ello existe un trabajo sostenido, y cada vez más sólido, en esta rama del saber. Desde el terreno abierto por Alfred Schütz y desde los aportes de los modelos biográficos, por ejemplo, cada vez más se pone de manifiesto que los estudios de los fenómenos sociales han de considerar las condiciones de producción de las narrativas que construyen los sujetos sobre sus vivencias, y a su vez, los modos cómo los actores sociales recrean esas condiciones y las dinámicas estructurales de mayor alcance histórico, cuando se trata de conocer cómo influyen dialécticamente acciones y estructuras en los sujetos sociales (Noguera, 1999).

Desafíos para las mallas curriculares

Estos desafíos y esta dinámica desde la que se construyen y reconstruyen los marcos metodológicos y de trabajo de la Sociología, inequívocamente, tienen una relevancia sustancial implicación para esta rama en tanto carrera universitaria y, por supuesto, para la construcción de las distintas mallas curriculares desde las que se diseña determinados perfiles de sociólogos profesionales.

La sociología aborda dos de los problemas y necesidades en los que se basa el diagnóstico del Plan Nacional de Desarrollo. Estos son: el cambio en las relaciones de poder para la construcción del poder popular y la promoción de derechos, libertades y capacidades para el Buen Vivir. En este contexto, la sociología desde su mirada analítica, investigativa, explicativa, así como desde su capacidad para responder a los problemas sociales mediante alternativas de solución, busca contribuir a la superación de los procesos históricos de desigualdad y opresión. Asimismo, la profesión aborda problemas y necesidades relacionadas a la democratización de las relaciones

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Estado y sociedad, al fortalecimiento de la articulación territorial, y a la construcción de un Estado desconcentrado y descentralizado. Un indicador del estado de este problema es la percepción ciudadana sobre el nivel de eficiencia del Estado que se ha tenido desde 1996-2011.

Por otro lado, la sociología aborda los problemas y necesidades principales del Ecuador y del mundo contemporáneo: la desigualdad y la pobreza. Mediante su mirada crítica, inquisitiva, y también con su capacidad de contribuir con alternativas de solución, la sociología aborda estos fenómenos mediante la generación de políticas públicas desde una mirada multidimensional que permitan una mejor comprensión y acción para lograr una distribución más igualitaria de la riqueza y la reducción de la pobreza.

El positivismo constituye una tradición del pensamiento simiente de la sociología. Se encuentra relacionada con el surgimiento de las ciencias naturales como campo del saber autónomo en el siglo XVIII. El planteamiento es la capacidad de resolver problemas desde el método científico, que produjo una serie de descubrimientos, lo que creó un clima de euforia en el mundo de las ciencias. Con el positivismo aparece la idea de trasladar el método de las ciencias físico-naturales al estudio de un objeto distinto al de la naturaleza, la sociedad, aplicando el mismo episteme experimental. Exponentes de este campo son Augusto Comte y Herbert Spencer, que articularon las “leyes naturales” a las denominadas “leyes sociales”, con lo cual, el mundo se tornaba racional, calculable y predecible, puesto que, el presupuesto de la existencia de leyes de la sociedad, creaba condiciones de racionalización social. Esta concepción epistemológica, otorgaba importancia a la observación y a la contemplación como diría Feuerbach, para la construcción de teorías y conceptos. La crítica a la razón positiva moderno capitalista en Lukács, se expresará en la idea de “calculabilidad”: una forma de vida ordenada en función de la cuantificación de las cosas,

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representado en la dimensión económica mercantil, que suprime el factor cualitativo de la sociedad, de lo humano, del ser.

Otro paradigma presente en la sociología es el funcionalismo, el cual utiliza el método de la experimentación, y la construcción de un “laboratorio social”, usualmente identificado como ciudad. De la misma forma que el positivismo, es heredero de las ciencias naturales, y a su vez, del liberalismo. Establece, por tanto, la tendencia a la formación en la cultura, la sociedad y la economía, desde un todo equilibrado e inteligible. Los campos y sistemas sociales se articulan en un todo único que es posible racionalizar, para establecer, probables tendencias de desarrollo. Pensando desde Parsons, es probable, por tanto, demostrar el funcionamiento de la sociedad a través de “esquemas societales”. De esta forma, la estructura social funciona por una orientación de necesidades básicas, metaforizadas en una estructura orgánica, para utilizar una figura propia de la teologización de la política en el medievo, como un corpus. Cada parte en el sistema social está unido a los demás y cada una cumple un rol social. De ahí que, existen mecanismos ideológicos y de represión para configurar y preservar los roles sociales existentes. En síntesis, esta tradición sociológica (que a su vez se expresará en el campo de filosofía, de la comunicación), proyectará la idea de orden existente en la organicidad social, en el cuerpo humano societal.

Un tercer paradigma epistemológico es el estructuralismo del cual sus principales exponentes aplicaron a diferentes ámbitos del conocimiento como Lévi-Strauss a la etnología; Piaget a la psicología y a la pedagogía; Lacan al psicoanálisis; Althusser al análisis del marxismo; Barthes a la crítica literaria; Foucault al terreno filosófico; y Derrida a la filosofía, a través de la reflexión sobre los signos. En esta corriente se plantea la existencia de una estructura, como un sistema de transformaciones que lleva implícito leyes, en oposición a las propiedades de sus elementos

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constituyentes. La estructura por tanto determinaría la voluntad de los sujetos, o como diría Althusser “proceso sin sujeto”. Lo que supone entender a la estructura-historia con un nivel de movilidad interna que integra a las personas, pero sobre todo las determina, lo cual nulita su capacidad de actuación y de cambio, si es que la dinámica estructural se antepone. La ´interpretación´ estructuralista del marxismo, por ejemplo, llevaría la metáfora marxiana de la estructura (materialidad económica) y superestructura (idealidad institucional), en axioma de verdad, estableciéndose en la práctica, un proceso de positivización de dicha teoría.

Un cuarto horizonte epistemológico es el marxismo, el cual probablemente junto al positivismo, es la tradición de pensamiento que mayor concreción política obtuvo. La “ruptura epistemológica marxista”, respecto a su antecesora el positivismo, supone la “radicalización” del planteamiento materialista de la historia, o lo que es lo mismo, el rol de los hombres (en plural siempre) en la construcción de la historia, visto a través de la unidad central del análisis marxista: el trabajo. De esta forma el trabajo, o como propondrá Lukács la “ontología de ser social”, determinará la relación con el entorno (naturaleza) y con otros hombres (sociedad). La relación unidireccional planteada en el positivismo entre el sujeto y el objeto se trastoca por una relación de intercambios múltiples entre el sujeto (a ratos “objeto”) y el objeto (a momentos “sujeto”). Lo que equivale la ruptura del enfoque cósico del objeto (naturaleza, ser humano, pensamiento, historia, etc.) y del sujeto (hombre contemplativo de la ilustración moderna).

Si bien es cierto la interpretación de esta tradición del pensamiento ha sido variada; siendo sucintos: desde el marxismo de primera y segunda generación (Marx, Engels y Lenin, Luxemburgo, Mariátegui, Gramsci, respectivamente), al marxismo de Frankfurt (Adorno, Horkheimer), al de Budapest (Luckács y más reciente Mészáros), la tradición latinoamericana

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(Recabarrén, Mella, Guevara), la anticolonialista (Fanon, Giap), hasta las interpretaciones más contemporáneas (Anderson, Badiou, Ranciére, Zizek). Empero, el “phatos de la indignación” como Marx propondrá en la “Crítica a la filosofía del derecho de Hegel”, atravesará a todas esas tradiciones lo que supone, en el mundo conceptual y ético-político, la crítica hacia cualquier forma de reificación y explotación del hombre por el hombre.

Por último, el último horizonte epistemológico presente en la sociología, es el posmodernismo. Esta corriente critica a los sentidos y determinaciones de la razón como el único proceso, exclusivo y excluyente, para llegar al saber y al conocimiento. A su vez se establece una distancia con el relato meta-teórico, especialmente el marxista, que plantean la inteligibilidad del mundo, y por tanto también, su transformación. Sus exponentes fundamentales son Lyotard y Vattimo. Siguiendo la reflexión de Zizek, el posmodernismo aparecerá y fundamentará, la imposibilidad de entender el mundo desde la lógica hegeliano- marxista de la totalidad, en apego al avance neoliberal de las décadas del ochenta y noventa del siglo pasado. Se propondrá en su lugar, una mirada fragmental y caleidoscópica del mundo, la centralidad de la “dimensión local” y una especie de “antropologización” y “semiotización” de la sociedad, a partir del denominado giro lingüístico que exaltará la importancia de la variante cultural y del lenguaje, por sobre los enfoques de la sociedad y la cultura. La exotización de lo “no occidental”, por ejemplo, el ´orientalismo´ en Said, adquirirá un peso especial integrándose una apreciación crítica a la modernidad occidental, punto en el que, al decir de Alex Callinicos, se desprende una mirada profundamente moderna.

La Escuela de Sociología se adscribe a la propuesta de Edgar Morin (2006): el pensamiento complejo. Que plantea la formación de seres humanos ya no desde la certidumbre y el orden sino desde la incertidumbre y la complejidad, desmitificando a la ciencia y valorando más el

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humanismo y los saberes de la sociedad, como señala Puya (2014). Acorde con el concepto de totalidad, el término “complejo” significa lo que está entretejido. Morín planteará que los elementos que constituyen un todo son inseparable, pues hay un tejido interdependiente, interactivo e interretroactivo entre el objeto del conocimiento, su contexto y sus partes.

Como plantea Barberousse (2008), la propuesta de la complejidad cuestiona el concepto de ciencia y de conocimiento, planteando cambiar el proceso de construcción del saber y del aprendizaje. Pensando desde Santos (2000), el mundo actual no puede ser entendido de manera unidimensional, sino más bien a través de una multitud de variables interrelacionadas, empero, sin caer en la idea posmoderna de “tolerancia” e “inclusión”, como factores que legitiman la comprensión de la realidad en ausencia de desgarramientos internos, v.g., las clases sociales.

Conclusión

La carrera de Sociología se plantea la importancia de recuperar la dimensión crítica de la sociedad y la política, y que reincorpore al análisis de la totalidad social categorías desplazadas del debate contemporáneo como el Estado, el poder, las clases sociales, la cultura, la inteligibilidad del mundo, la lucha por intereses contrapuestos, etc. Esto apalancado en una visión “radical” de la crítica, en el sentido de ir a la raíz de las cosas (como diría Marx) y que integre los aportes más lúcidos de la modernidad occidental y no occidental, profundamente latinoamericana y ecuatoriana; y como analizaría Ricardo Paredes, que establezca las condiciones de desarrollo del capitalismo en el Ecuador, en estrecha relación con lo que sucede a nivel mundial. Haciéndonos del espíritu de Walter Benjamín: que forme seres humanos comprometidos con su tiempo, en la época de la catástrofe, con una alta dosis de esperanza para transformar las condiciones de existencia del mundo actual, enfrentada a diversas expresiones de barbarie civilizatoria capitalista.

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Se considera que los estudiantes de sociología, deben formarse desde una perspectiva multidimensional, compleja, que integra al análisis local elementos contextuales y globales, desde la epistemología de la complejidad, ecuménica, abarcadora de los elementos que conforman al ser humano y cómo éste se relaciona con su entorno social: económico, político, ecológico, cultural, emocional, etc., contraponiéndose al principio de la reducción y disyunción al que respondían las ciencias positivistas, que buscan descomponer el todo en partes aisladas, desligando los conocimientos y creando una amalgama de rompecabezas ininteligibles.

Referencias Bibliográficas

-Bourdieu, P., Chamboredon y Passeron (1968): Le métier desociologue, París, Mouton-Bordas [ed. esp. (1976): El oficio de sociólogo, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores].

-Giddens, Anthony (1987). Las nuevas reglas del método sociológico. Buenos Aires: Amorrortu

-Moreno Pestaña, José (2011). Sobre la actualidad de El oficio de sociólogo. Texto escrito en el marco del proyecto de I+D FFI2010-15196. España.

-Noguera, José (1999). EL neo-idealismo sociológico. Para una crítica de la construcción social de la realidad del P.L. Berger y TH. Luckmann (versión borrador). III Congrés Catalá de Sociología. España.

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